Cuando el viento es tu compañero, y la autoconstruccion tu aliado, no hay fronteras que cruzar ni metas donde llegar, sencillamente esperas a que sople y sigues su rumbo. Este aleman ha seguido rutas conocidas en el pasado para atravesar Europa en este artefacto flotante con gobierno, dos kayak dobles puestos en paralelo y montados mediante estructura de alumnio, a lo hobbye cat, y velas tipo optimist, junto con un pequeño fueraborda. Todo lo que una embarcacion pueda necesitar, incluido el capitan, estan en este ingenio flotador y viajero. La aventura en mayusculas, dibujadas en un mapa, llevadas por eolo hasta el horizonte.
Se llama Andreas Gabriel, es alemán de Hamburgo, 43 años, dos hijos adolescentes y una exmujer. El 2 de mayo de 2011 se embarcó en un viaje iniciático para circunvalar toda Europa como navegante solitario.
Partió de Hamburgo y costeó hasta Holanda: Allí remontó el río Rin, pasó luego al río Maine y de éste, al Danubio, que descendió hasta que salir por su desembocadura al Mar Negro,
según el itinerario que veis marcado en rojo en el mapa que lleva para
enseñarle a la gente lo que está haciendo (no habla más que inglés y
alemán y en muchos sitios tiene problemas para entenderse con la gente
local).
Del Mar Negro por el Bósforo y Estambul al Mediterráneo: Grecia, Italia, Francia, España... Hasta que yo me lo encontré ayer en las costas de Murcia llevaba navegadas 5.000 millas náuticas en solitario.
Pero lo que hace diferente su viaje es que además va sin un euro. Decidió de forma voluntaria no llevar dinero ni tarjetas de crédito. Vive de lo que la gente le da.
“Cuando eres turista normal solo ves restaurantes, hoteles y
monumentos. Cuando viajas sin dinero necesitas a la gente, es la mejor
manera de conocerla y hablar con ellos. Tienes que sonreír, ser amable,
tienes que ser agradecido. Es mágico. La gente es parte de tu aventura,
es parte del juego”. Todo comenzó, según me cuenta, en 2008
cuando con un triciclo de su invención movido por una vela cruzó desde
Dinamarca a Marsella. Se dio cuenta de que al viajar de una manera tan
rara y ecológica, la gente se ofrecía a ayudarle y no necesitaba el
dinero.
Confiesa que el peor momento del viaje lo sufrió
entre las islas griegas de Icaria y Mikonos: “Me sorprendió una tormenta
con olas de cuatro metros. Los dos cascos de kayak se llenaron de agua y
apenas podía avanzar a dos nudos a la hora”. ¿Los mejores momentos?
Cuando arribó a Estambul; llegó con miedo porque solo había grandes
ferrys y barcos mercantes en el Bósforo que amenazaban con mandarlo a
pique sin enterarse siquiera y además le habían advertido que tenía que
pagar una tasa de 125 euros para navegar por la costa turca. Pero la casualidad quiso que atracara su catamarán casero en la zona rica de Estambul,
junto al chalé del embajador de Egipto. En un día había reunido los 125
euros de la tasa, le ofrecían comida y bebida de sobra y una señora
mayor, presidenta de una gran fundación internacional, lo adoptó como un
hijo durante toda una semana.
“Solo una vez tuve que pedir para comprar gasolina y
dos veces para comprar comida; en todo este año nunca me ha faltado de
nada. La gente que encuentras es maravillosa” me dice mientras me enseña
su casa flotante: lleva dos petates estancos con toda su ropa, un saco de dormir y una tienda de campaña. El equipo incluye también un I-pod, placas solares para recargar las baterías del GPS, una pequeña cámara de fotos resistente al agua y un ordenador portátil
con el que se conecta en los wi-fi gratuitos de los bares para chequear
el parte del tiempo y para escribir la web en la que narra en directo
su aventura.
su web aqui.
1 comentario:
Si señor, todo un valiente. Me encantaría conocer a esta persona, para poder escuchar sus experiencias. Todos mis respetos.
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