Alex Ruiz,Carlo Escribano,Patxi martinez y Raul Morales.
Una cronica de navegacion.El Nilo Azul.
"Nos llevó dos años prepararlo, sobre todo porque había muy poca información, pero nos atraía la idea, ya que era una zona difícil técnicamente", explicó Ruiz. A lo largo de ocho días, recorrieron la garganta del río a través de valles y de dos grandes cañones, el del Norte y el Negro, en cuyas aguas bravas tuvieron que atravesar pasos con rápidos muy complicados.
Realizaron la expedición en estilo alpino (sin ayuda externa), por lo que cada uno de los palistas debía llevar dentro de su kayak todo lo necesario para el viaje. Lo mínimo imprescindible: una pala desmontable, navaja, silbato, cuerda, algo de ropa, saco y esterilla, filtro para agua, neceser, frontal, botiquín, teléfono satélite y comida básica (café en polvo, galletas, barras energéticas, alimentos liofilizados...). "Pesábamos hasta los calzoncillos", apuntó Ruiz.
Su rutina diaria comenzaba a las 06.00 horas. Tras desayunar y recoger el campamento, empezaban a descender el río, parando en los afluentes para filtrar agua. En ocasiones, comían en la misma piragua, y hacia las 17.00 horas paraban. Montaban el campamento, cenaban y a las 21.30 horas ya estaban durmiendo.
"Remábamos entre 10 y 12 horas diarias, haciendo una media de 80 kilómetros. Además, quemábamos 6.000 calorías al día e ingeríamos sólo 3.000, por lo que yo he perdido ocho kilos durante el viaje", relató Ruiz.
A pesar de que no encontraron pueblos alrededor del río, el contacto con la gente fue continuo. "En las zonas tranquilas del río, los chavales se acercaban para subirse a las piraguas, te intentaban vender cosas, incluso hasta un burro, y te aplaudían después de que superaras un rápido", indicó el palista pamplonés, que tuvo que ejercer también de médicos. "Vino un crío con una conjuntivitis de caballo y otro con corte muy feo e infectado, a los que intentabas ayudar".
Una viaje increíble
Pero lo peor fueron los animales. "Un día nos paramos para fotografiar a unos hipopótamos, y de repente uno empezó a venir hacia nosotros a una velocidad impresionante. Tuvimos que remar rapidísimo para dejarle atrás", recordó. Más adelante, llegaron los cocodrilos. "Había algunos de hasta cuatro metros. Cuando se acercaban, nos juntábamos y remábamos juntos para hacer bulto".
Sin embargo, para Ruiz la experiencia mereció la pena: "Tras dos años trabajando para sacar adelante una historia, cuando te sale bien es un subidón". Y sentenció: "Nos hemos metido una currada impresionante, me he quedado sin manos, acabé escaldado del calor, perdí ocho kilos... pero poder decir que he llegado hasta aquí es una maravilla".
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